Les voy a contar lo que pasó ayer con mi acto de caridad. Pues bien, alrededor de las 10:30 de la noche me dispuse a preparar un cafecito americano con azúcar y un panecito con nutella. Empaqué todo muy bien y salí con McCookie y Bo a pasear.
A dos cuadras de mi casa se encuentra la iglesia en cuya esquina yace entre cartones y trapos el objeto de mi acto de caridad. Conforme nos íbamos acercando al lugar, más me entusiasmaba la idea, McCookie, por el contrario, iba incrédulo y haciéndome comentarios burlones sobre mi acto de caridad pero lo ignoré. En fin, el punto es que tras 5 minutos de haber empezado el paseo llegamos a la esquina.
¡Cuál fue mi sorpresa al ver que esa noche no había sólo un indigente, sino reunión de indigentes! De los cuales 2 estaban borrachos y uno dormido. ¿A quién iba a darle el café y el pan?
Apliqué mi procedimiento de eliminación inteligible; uno de los indigentes estaba muy despierto recargado sobre un taxi, otro estaba profundamente dormido (y además estaba gordito, así que supuse que no le hacía mucha falta comer), y sentado con las rodillas entre los brazos, estaba el tercero, viejito y flaco fumando un cigarro. Mis ojos se posaron sobre este último, me acerqué y le extendí con una sonrisa la cena. El viejito aceptó gustoso, me dio las gracias pero como era de esperarse, en ese momento el otro que estaba despierto empezó a lanzar comentarios de: “Ay, pero le hubieras traído una sopita…” (O que la...).
Pero bueno, aportado mi granito de arena, McCookie, Bo y yo retomamos nuestro camino al parque. Y lo único que me queda decirles, es que, se siente bien espositas, dar, se siente bien.
Que tengan un maravilloso fin de semana :)
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