Hermoso ver a dieciséis futuras
madres recostadas en el piso con las manos en sus vientres. Algunas tienen
apenas quince semanas, otras ya están cerca de las cuarenta… La maestra camina
entre nuestros cuerpos abatidos y nos pide cerrar los ojos pero yo no puedo
cumplirlo. No puedo evitar verlas transparentes con su feto colgando de lado,
no puedo evitar verlas maravillada como capullos sagrados.
Pienso que cargamos con un ser,
el más inocente de todos. Somos tan complejos los seres humanos y sin embargo;
nuestras crías recién nacidas son incapaces de sobrevivir por ellas mismas. Los
cachorros de un león cazan por instinto así como los bebés de una gacela huyen
de sus depredadores por la misma razón.
Entiendo entonces, a muy pequeña
escala, que un hijo es un regalo precioso y una gran responsabilidad. Cierro
los ojos y escucho el discurso suave de Barret:
-Conéctate con tu bebé, estás en
un momento único de tu embarazo, esta semana no volverá a repetirse nunca.
Trato de visualizar a
Purificación pero es difícil. Sólo veo a McCookie alzándola en brazos, sólo veo
a Bo caminando junto a su carriola- Deslizo mis dedos por el ombligo…- y de
pronto se escucha el llanto de un bebé en la calle.
Abro de nuevo los ojos y me
siento llena de fortuna. Creo que la vida naturalmente esta estructurada para
ser cada día mejor. Sí, nos hemos vuelto expertos en desafiarla y en alterar el
orden de las cosas pero, siento que si se avanza con fe en el camino de la
existencia siempre, SIEMPRE el porvenir será deseable.
-Muy bien mamás, el savasana ha
terminado. Vayan despertando poco a poco…- Sopla Barret al vacío.
Somos dieciséis esferas divinas,
dieciséis viajes a la vida en pleno vuelo.
Namasté.