4 sept 2012

Esferas Divinas


Hermoso ver a dieciséis futuras madres recostadas en el piso con las manos en sus vientres. Algunas tienen apenas quince semanas, otras ya están cerca de las cuarenta… La maestra camina entre nuestros cuerpos abatidos y nos pide cerrar los ojos pero yo no puedo cumplirlo. No puedo evitar verlas transparentes con su feto colgando de lado, no puedo evitar verlas maravillada como capullos sagrados.

Pienso que cargamos con un ser, el más inocente de todos. Somos tan complejos los seres humanos y sin embargo; nuestras crías recién nacidas son incapaces de sobrevivir por ellas mismas. Los cachorros de un león cazan por instinto así como los bebés de una gacela huyen de sus depredadores por la misma razón.

Entiendo entonces, a muy pequeña escala, que un hijo es un regalo precioso y una gran responsabilidad. Cierro los ojos y escucho el discurso suave de Barret:

-Conéctate con tu bebé, estás en un momento único de tu embarazo, esta semana no volverá a repetirse nunca.

Trato de visualizar a Purificación pero es difícil. Sólo veo a McCookie alzándola en brazos, sólo veo a Bo caminando junto a su carriola- Deslizo mis dedos por el ombligo…- y de pronto se escucha el llanto de un bebé en la calle.

Abro de nuevo los ojos y me siento llena de fortuna. Creo que la vida naturalmente esta estructurada para ser cada día mejor. Sí, nos hemos vuelto expertos en desafiarla y en alterar el orden de las cosas pero, siento que si se avanza con fe en el camino de la existencia siempre, SIEMPRE el porvenir será deseable.

-Muy bien mamás, el savasana ha terminado. Vayan despertando poco a poco…- Sopla Barret al vacío.

Somos dieciséis esferas divinas, dieciséis viajes a la vida en pleno vuelo.

Namasté.


6 ago 2012

Desde Paris


Hay tantas maneras de abordar este tema que abarcará gran parte de mi vida en un breve futuro pero les diré, es uno de esos “temas” que te hace ver la vida en retrospectiva una y otra vez.

Me recuerda a esa noche en casa de mis padres cuando me metí a mi cama y me dormí contemplando el anillo de compromiso que McCookie acababa de darme en la cena. Recuerdo haberme perdido en la almohada repasando nuestra pequeña historia, desde la banalidad en que lo conocí hasta el silencio inolvidable que se produjo cuando se hincó para pedirme matrimonio. Pues bien, hoy en día me pasa algo muy similar cada vez que me encuentro en la ducha y observo como resbala el agua por mi redondeado vientre hasta mojarme los pies. Pies que; por cierto, estos días a duras penas veo.

Pienso en nuestra primera cita, pienso en nuestro primer beso apasionado, pienso en nuestras mentiras piadosas del noviazgo, pienso en la tarde que encontramos a Bo, pienso en nuestra boda, pienso en nuestra luna de miel, pienso en nuestra partida a Boston y pienso en aquella noche cuando le pregunté a McCookie “Amor, ¿Y si tenemos un hijo?” Y él me respondió entre risas “¿Sabes qué? Creo que es una excelente idea”.

Lo que comenzó como un capricho luego se convirtió en un deseo y de pronto; en un proyecto de vómitos,  estiramiento de abdomen, oscurecimiento despiadado de pezón y, se me olvidaba, tapizado de pelos alrededor del ombligo… En otras palabras, un proyecto de profundo amor jaja.

En algún momento apartado de la conciencia humana sucedió el milagro: un espermatozoide de los varios millones que lo acompañaron, UNO sólo logró unirse con el óvulo definiendo la combinación cromosómica única e irrepetible de esa personita que ya en 5 meses tendremos en brazos…

¿Tendrá sus ojos? ¿Tendrá el cabello oscuro como el mío? ¿Será niño? ¿Será niña? ¿Tendrá habilidades analíticas como papá o será un romántico cantante de regadera como mamá?

Las preguntas siempre son más que las respuestas y la espera… Creo no equivocarme si les digo que es, la más emocionante de todas.

Un buen día te despiertas y te sientes más parecido a tus padres que nunca. Such is life.