Ya habían pasado varios días sin que su servidora escribiera en Chez Esposita, más que nada debido a un cansancio profundo de su cerebro y a una auténtica falta de inspiración.
Sin embargo, hoy fue uno de esos días que…no hubiera sido tan estresante de no ser porque vivo en la caótica Ciudad de México. Hoy comenzó el horario de verano, todos adelantamos una hora nuestro reloj, sobra decir que cuando sonó el despertador esta mañana la mayor parte de los mexicanos nos la vimos color negro, con decirles que hasta a Bo le costó trabajo levantarse, iba tirándose a dormir siesta cada dos pasitos que daba hacia la cocina.
Yo, ya mentalizada de los obstáculos de hoy, me levanté a buena hora, me bañé y desayuné la dieta del vientre plano de la revista Women’s Health de este mes, jajaja, y con eso quiero decir, que realmente me estaba esforzando por hacer de este día un día muy bueno y muy plano jeje. Pero cuando llegó la hora de salir de casa, me llovió el mal karma, así es espositas y espositos, no encontré mis llaves del coche (incluyendo el duplicado), busqué por todas partes y nada. Perdí como quince minutos en la completa e ineficiente búsqueda de mis llaves, cuando miré el reloj y caí en la cuenta de que ya era demasiado tarde para llegar a la oficina (MAL – DI – CIÓN).
En eso escuché a lo lejos la bendita voz de mi marido diciendo: “Esposita, agarra tu bolsa y vámonos, yo te llevo”. (¡Uff! No saben cómo amo mi McCookie).
Entonces, con todo y Bo, nos subimos a nuestro mini, y salimos disparados a mi trabajo. McCookie como buen hombre de familia, asumió su rol de líder de contingencias y me dijo: “Amor, tú tranquila, hoy vas a aprender las rutas malandras[1] pero sofisticadas de tu esposo”. O sea, y yo con el ojo cuadrado.
Y ahí les vamos, quemando llanta, esquivando taxis y autobuses, cambiándonos de carril con esa agilidad que sólo se ve en las películas del Santo, tomando atajos peligrosos de los barrios más temidos de la Ciudad de México, con Bo tambaléandose en la parte de atrás… En fin, íbamos con todo, no puedo decir que McCookie no hizo su mejor esfuerzo, no obstante, justo cuando estaba a punto de convencerme de que mi marido era más brillante que un GPS, fuimos a dar a la fila de coches más larga y más lenta que he visto en mi vida, a la merced de mínimo una docena de asaltantes, genial. Claro, ya se podrán imaginar lo que me dijo McCookie en ese instante: “Amor, esto no era así antes, te lo juro”. (Sí amor, te creo, no te preocupes).
Para no hacer este cuento más largo, estuvimos atrapados en el tráfico un buen rato. Llegué muy tarde a la oficina y con la cola entre las patas, susurrando: “Sorry I’m late”. Me senté en mi lugar, suspiré profundamente, prendí mi computadora y metí la mano en mi bolsa cuando sentí algo raro, qué era esto en mi bolsa… ¿Las llaves de McCookie para entrar a la casa? ¡Oh no! ¡McCookie no va poder entrar a la casa!
Sí, lo que se imaginan, es cierto, McCookie y Bo tuvieron que regresarse. Por cierto, si están leyendo esto (sobretodo tú, Bo, que nunca te pierdes el blog jaja) les pido perdón de nuevo, los amo.
Pero todo tiene un lado bueno lectores y lo que rescato de esta difícil mañana, es que por fin me regresó la inspiración, todo gracias a Mexico city.
[1] Para la gente culta que lee este blog e ignora el significado de esta palabra, McCookie quiso decir, rutas BRAVAS (del barrio bravo).
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