11 mar 2012

La Felicidad

Solía pensar que la felicidad eran "esos momentos", esos minutos y a veces esos días en los que muchas cosas buenas coincidían-así- porque sí. Que surgían sin aviso previo como una especie de recompensa por los malos ratos y que siempre te habrían de dejar como flotando en globos de helio, en un viaje extraordinario, que simplemente sabías, no habría de durar por siempre.

Pero, qué cruel sería vivir si la felicidad fuera un estado anímico tan carente de coherencia; una pequeña luz de bengala...

Hace unas semanas pasó algo difícil en mi vida, un evento que por instantes me hizo dudar si era mejor llorar, reir, huir, ignorar o sin más: permanecer en el camino y colisionar. Francamente, parecía más sencillo correr, pero no pude. Decidí regresar a mi casa.

Recuerdo cuál fue exactamente el momento: cuando finalmente entré al departamento y vi nuestra vida y nuestro amor en nuestras escasas posesiones: el sofá que compramos en IKEA, las astromelias que  McCookie me deja comprar, los libros, las fotografías, nuestro amado perro, todo nuestro poco y todo nuestro "todo".

Fue entonces que sentí un alivio al saber que afortunadamente, esto era un poco más complicado que obviar. Es decir, la felicidad, no dependía de que el destino o el azar conspiraran a nuestro favor; así como tampoco subyacía en el hecho de hacer lo correcto y esperar que todo nuestro trabajo se viera reflejado en la satisfacción de nuestras expectativas... no.

Ser feliz servía primordialmente a una sola cosa y esa cosa era:elegir. Insisto, elegir ser feliz.  Una decisión aparentemente muy sencilla pero que implica continuar en un viaje  laborioso y comprometido. 

Qué se les antoja... ¿Escalar el monte Everest? ¿ Cruzar nadando el Canal de la Mancha?  Las grandes recompensas vendrán siempre tras los grandes esfuerzos, hoy lo sé, lo sabemos.  ¿Y saben qué? Somos felices, todos los días, felices-



No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Dejen sus comentarios!