Mis queridísimos lectores, no los he abandonado. Esposita está con vida y ya bien instalada en Boston, bueno, excepto por el internet inalámbrico que aún falta en mi casa pero ya no podía dejar pasar más el tiempo y decidí venir al Peet's Coffee más cercano para hacer uso de tan añorado bien y mantenerlos al tanto de nuestro american dream.
Todos llegamos con bien a Cambridge, viajar con Bo fue presión extra, tuvímos que cargar su caja de un lado a otro y callarlo cuando se desesperaba y se ponía a ladrar a todo pulmón en los aeropuertos. Después de los 2 vuelos que tuvimos que tomar y de hacer una hora de cola para pasar migración en Washington llegamos a Boston en una tarde nublada, completamente desorientados y completamente cansados. McCookie con 2 maletas en cada brazo y yo con la cajota de Bo, buscábamos al colega de McCookie, Robin, que había quedado en recogernos para llevarnos a nuestro nuevo hogar. Para no hacerles el cuento largo, pasaron los minutos y Robin ni sus luces, entonces mi príncipe valiente decidió dejarme en la puerta con Bo mientras él se adentraba de nuevo al aeropuerto en búsqueda de una tarjeta telefónica para llamar a Robin. Cual Ley de Murphy apenas cruzó McCookie la puerta del aeropuerto se apareció sonriente el famoso Robin enfrente de mi. ¡Qué suerte la nuestra! "McCookie acaba de meterse para tratar de llamarte"; le dije. Robin inmediatamente sacó su celular y dio aviso a McCookie de su llegada. Perfecto, en lo que regresaba mi esposo Robin y yo nos dispusimos a meter el equipaje en la cajuela... En esa tarea estábamos cuando volteo y veo a lo lejos a McCookie corriendo hacia nosotros y justo cuando cruzaba la calle veo como se le desbarata poco a poco la mochila que llevaba en la espalda con nuestras 2 cámaras digitales y la cámara de vídeo...¡Oh sí, broche de oro para cerrar nuestra llegada por favor! Como en cámara lenta, se derrumbaban los aparatos, numerosos pedacitos de plástico negro flotaban alrededor, se pueden imaginar tremenda escena...los lentes, las cajas, las pilas, las tapas, los cables, todo, absolutamente todo voló y se desparramó en el asfalto. Y luego, Esposita al rescate, ahí me tienen junto a McCookie deteniendo el tráfico y tratando de recuperar las piezas del suelo.
¡Fue el colmo! Pero pudimos reunir todo el equipo otra vez. Al final, lo importante es que cerca de las 10 de la noche llegamos a nuestra nueva casa, vacía excepto por el colchón de aire que nos aguardaba en la recámara y que nunca antes nos había parecido más cómodo. Había sido un viaje largo para los tres, no fue sino hasta la mañana siguiente que salió el sol y amanecimos con un par de orejas peludas en medio de nosotros. Bo estaba listo para salir a explorar las calles de Cambridge.
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